domingo, 15 de enero de 2012

¿A quién salvaría de tener un búnker?

Bien, se nos ha propuesto el siguiente ejercicio: a quién salvaríamos si de la noche a la mañana ocurre un accidente nuclear/meteorito y esa misma noche, por alguna razón, se nos antojó comprar un búnker con capacidad para 200 personas.

Básicamente, redondeando, en mi familia somos 23 (un número tan aleatorio como los de la entrada anterior), lo que nos deja con 177 plazas.

Obviamente, si después del accidente queda algo más que ceniza, polvo y (en caso de accidente nuclear), monos de tres cabezas, se deberá replantear la especie humana.

Sí es que se adelantaron a su tiempo... que bueno es el Monkey Island...


De esas 177 plazas, algunas, obviamente, se las daría a mis amigos, repartiendo las demás entre diversos profesionales, especialmente físicos, químicos y médicos especializados en cada rama. Me aseguraría personalmente de que algunos elementos de este planeta (citemos a algunos, véase, SGAE) quedaran fuera. 

2 comentarios:

  1. Te cuento. Hace cosa de uno o dos años, caminando, se me ocurrió hacer un ejercicio mental parecido al aquí propuesto. Sólo que me limité a llevar a diez personas, ni una más. Me lo imaginé tipo isla de Lost. O nave espacial que huye de la tierra tras cataclismo.
    Las cuatro o cinco primeras plazas fueron ocupadas de inmediato y sin duda alguna. Después tuve que seleccionar. Y este juego tonto me hizo replantear unas cuantas cosas. Porque si seleccionaba o descartaba a alguien, me preguntaba a mí mismo por qué. Y me di cuenta de que había estado a punto de llevarme gente por lástima, por ejemplo. Procedí, pues, a lanzar esa gente por la borda. Y para esa misma época —y no es que haya sido sólo por este juego estúpido— me deshice de cierta gente de mi vida.

    No los asesiné. Sólo dejé de frecuentarlos. Aclaro, por las dudas.

    ¡Larga vida a Guybrush Threepwood!

    Saludos.

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  2. "¡Llevarás mi espada como si fueras un pincho moruno!"

    Igualmente, yo elegí a las diez personas entre mis relaciones personales. En todo caso, de la medicina y las otras ciencias pueden dedicarse unos robots que pondríamos ahí para tal fin. Jajaja... Un dolor de cabeza menos.
    Más dolores de cabeza me causaba el hecho de que puedo elegir a diez personas, pero no a las personas que elegiría cada uno de esos diez. De modo que muchos de ellos perderían familiares, parejas y amigos. Y, puesto a seguir jugando, me pregunté si el resto del grupo sabría que yo era el que había hecho la selección.
    Decidí que no. Así y todo, la situación me incomodaba: vería todas las noches a esta gente llorando por sus allegados muertos, sabiendo que fui yo el que decidió quién sobreviviría y quien no.
    Fue un entretenimiento especulativo que duró un viaje a pie.

    ¡Saludos y gracias por pasar!

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